miércoles, 13 de abril de 2011

El miedo desde el principio


Diferentes miedos

Cuando nacemos ya empezamos a tener miedo, pero es un miedo innato. El objetivo de este miedo, es en sí es una respuesta innata, que trata de proteger a los niños de los peligros a los  que pueden estar expuestos y se da sin aprendizaje previo. Algunos ejemplos son el dolor, a caerse,  a grandes ruidos, etc. L Por otra parte el miedo normal es producido por diferentes estímulos, ya sean de gran intensidad,  de peligro o procedenyes de la oscuridad, la soledad,... Estos estímulos se pueden presentar con una intensidad muy diferente en cada caso.

El miedo aprendido es aquel que las personas vamos aprendiendo cuando somos pequeños poco a poco, pero también se puede producir de una  experiencia negativa. Y que pueden llegar en algunos casos a producir fobias. Los padres también son responsables de los miedos de los niños, porque según su reacción delante de las cosas, los niños actuaran de una manera u otra.

El miedo patológico se produce  cuando se repiten  con mucha frecuencia determinados miedos  y éstos,  se manifiestan de manera muy rápida e intensa. De este miedo nacen las fobias, los ataques de pánico, y neurosis del miedo.

El miedo no es algo malo, ya que nos ayuda en momentos de peligro, porque si no se tuviera miedo a nada, la gente reaccionaría de forma más pasiva ante situaciones que podrían acabar con sus vidas. Lo negativo del miedo es que, algunas veces por su culpa, no se pueden realizar algunas cosas que nos gustarían hacer e impide disfrutar de estos placeres y milagros de la vida.



FOBIAS

Artículo de opinión de Ernesto Maruri Álber, Psicoanalista de Pamplona.

Es el miedo una emoción sana. Nos sirve como guía y prudencia en la vida. Apunta a situaciones nuevas o desafíos que hace falta atravesar. De hecho, cuanto más conscientes seamos de nuestros miedos, más preparados estaremos para transitarlos.

El problema viene cuando rechazamos o tapamos nuestros miedos genuinos, lo cual puede aflorar en síntomas.

Lo patológico es la fobia, el miedo al miedo: el pavor a pasar miedo, lo que lleva gradualmente a tres tipos de conductas:

Primero, de huida, y segundo, de evitación. Por ejemplo: me entra un miedo a que me pase algo malo en el autobús (me siento con ahogo, muy palpitante el corazón, con sensación de mareo, pensando que puedo desmayarme o perder el control...), así que escapo de la situación y me bajo antes de mi parada. Entonces me siento aliviado. Esto puede desembocar en una conducta de evitación: a partir de ahora dejo de subir al autobús, lo cual limita mi vida.

Tercero, de sobregeneralización: Con el tiempo, mis miedos son más grandes y se extienden a otras situaciones similares: no puedo ir a sitios cerrados (cine, tren, coche, ascensor...) o a lugares con mucha gente... y llega incluso a hacérseme difícil salir de casa...

Es necesario poner remedio a esta fobia antes de que se extreme aún más. Es necesario el tratamiento psicológico para posibilitar el reencuentro con el disfrute de la vida, para indagar qué hay debajo del sufrimiento fóbico. Bajo la fobia hay una herida que el síntoma está tapando. Tal herida queda inconsciente. El síntoma es, paradójicamente, la puerta de entrada a la vía de la exploración de aquello que está ocultando. En la medida en que se va recorriendo el camino hacia las heridas internas y fuerzas ocultas que el síntoma tapa, podremos poco a poco verlas, comprenderlas y encaminarlas a la curación. Así, los síntomas irán perdiendo su razón de ser y empezarán a caer.

Un libro sobre miedos: David Richo, “Cuando el amor se encuentra con el miedo”, editorial Desclée De Brouwer.